Un encantador rincón veraniego: un tranquilo poblado con menos de 1000 residentes y hermosos rincones para una escapada estival

Descubre este encantador refugio rural para una escapada perfecta. Se encuentra a solo 150 kilómetros de la vibrante Ciudad de Buenos Aires y se distingue por su fuerte apego a las tradiciones

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Los pueblos argentinos cada vez tienen más popularidad entre los viajeros que buscan desconectarse de la rutina y disfrutar de unas tranquilas vacaciones o una escapada. En la provincia de Buenos Aires, existen pequeñas localidades rodeadas de campos y lagunas, llanuras y sierras, casonas y ríos, que invitan a descubrir su historia, tradiciones y sabores.

A tan solo 150 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se encuentra un poblado de menos de 1000 habitantes que invita a ser descubierto y a dejarse cautivar por sus tradiciones y la calidez de sus habitantes. Nos referimos a Castilla, un pueblo bonaerense ubicado en el partido de Chacabuco.

Este pueblo fue fundado el 1 de marzo de 1885, cuando el primer tren del ferrocarril a vapor “Buenos Aires al Pacífico” llegó a la localidad. Su nombre se debe a un terrateniente de la zona, Don Manuel Castilla, quien adquirió la estancia La Esperanza en 1857.

En su época de esplendor, Castilla contaba con alrededor de 3.000 habitantes, 40 tambos, dos empresas lácteas y un frigorífico. Sin embargo, en 1990, debido a que el ferrocarril San Martín dejó de pasar por la estación, quedó aislado del resto de las localidades y muchos habitantes decidieron emigrar en busca de trabajo y nuevas oportunidades.

A pesar de esto, varios de sus habitantes optaron por quedarse en el pueblo y contribuir a su crecimiento, convirtiéndolo en un destino turístico rural. Actualmente, el lugar cuenta con restaurantes que sirven comida típica en antiguas casonas con más de 100 años, campings para experimentar el camping rural y tiendas de abastecimiento.

Los visitantes que han sido a Castilla coinciden en que al llegar al pueblo se puede percibir un cambio de ambiente, donde las bicicletas pasean por las calles de tierra, los niños juegan y corren en las plazas, y los vecinos se sientan amigablemente en las veredas para conversar. Además, se percibe una sensación de seguridad en el lugar.

Sus calles de tierra, vastos campos, casonas antiguas y la amabilidad de los habitantes invitan a cualquier visitante a explorar sus rincones y descubrir la historia de este hermoso pueblo.